Resurrecciones forzadas
Amén del modelo par excellence de Jesucristo, la milagrosa vuelta a la vida de Lázaro y otras historias con más o menos éxito (que se lo digan a la pobre Eurídice, por culpa del ansioso Orfeo), en literatura hay algunos casos curiosos de resurrecciones forzosas que suceden a regañadientes y hasta contra la voluntad del autor.
Sir Walter Scott, uno de los padres de la novela histórica, se disculpa jocosamente en nota a su Ivanhoe (1820, cap. 42):
The resuscitation of Athelstane has been much criticised, as too violent a breach of probability, even for a work of such fantastic character. It was a tour-de-force, to which the author was compelled to have recourse, by the vehement entreaties of his friend and printer, who was inconsolable on the Saxon being conveyed to the tomb.
[La resurrección de Athelstane ha sido muy criticada, por ser un duro golpe contra la verosimilitud, incluso en una obra tan fantástica como esta. Fue un tour-de-force al que el autor no tuvo más remedio que recurrir a causa de las vehementes protestas de su amigo el impresor, que estaba inconsolable por la muerte de este personaje.]
Nada de broma por parte del autor tiene otro ejemplo más cercano. Tras una larga serie de entregas, Sir Arthur Conan Doyle decide dar muerte a su personaje en The final problem (El problema final, 1891): allí, después de perseguir al malvado Moriarty hasta las cascadas de Reichenbach, cae y muere. Pero resulta que a los lectores esto no les hace ni pizca de gracia y reclaman el regreso del héroe: para ello, escriben cartas a Conan Doyle y se dice que incluso llevaban crespones negros en el sombrero, como si de un luto oficial se tratara.
El escritor se resiste un tiempo, pero al final se rinde, por las razones que fueran. Así, Holmes reaparece en The adventure of the empty house (La casa deshabitada, 1894), que da inicio a las trece historias que constituyen el segundo ciclo conocido como The return of Sherlock Holmes (1903-1904). Pero hay que solucionar el cortocircuito de la reaparición y se da una respuesta bastante sencilla: el detective simuló morir para poder actuar desde la sombra contra los secuaces de Moriarty y el doctor Watson relata las aventuras de Holmes durante su «muerte».
No acaba ahí la cosa, porque durante etapa de ausencia, conocida como «The Great Hiatus Years» (o «Gran Hiato», 1891-1894), hizo que otros se atrevieran a divagar sobre las causas de esta misteriosa desaparición de Holmes: ¿desintoxicación de las drogas? ¿feliz matrimonio con su amada Irene Adler? Pero estas recreaciones quedan para mejor ocasión, como la vuelta de don Quijote como zombi, que también se las trae.
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